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La inflamación y su rol en las enfermedades crónicas

  • Foto del escritor: Tatiana Vertiz
    Tatiana Vertiz
  • 1 sept
  • 2 Min. de lectura

La inflamación es una respuesta natural del sistema inmunológico que actúa como mecanismo de defensa frente a infecciones, lesiones o toxinas. Sin embargo, cuando esta respuesta se vuelve crónica —es decir, sostenida en el tiempo y sin una causa evidente— puede convertirse en un factor central en el desarrollo de diversas enfermedades. Condiciones como la artritis, enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, trastornos autoinmunes e incluso el cáncer han sido relacionadas con procesos inflamatorios persistentes a nivel celular.

Desde la medicina funcional, se considera que la inflamación crónica es una manifestación de desequilibrios sistémicos, como una microbiota intestinal alterada, una dieta proinflamatoria, estrés crónico, o exposición continua a toxinas ambientales. En lugar de simplemente suprimir los síntomas, se busca identificar y abordar las causas subyacentes de la inflamación. Un enfoque clave es el uso de compuestos naturales con propiedades antiinflamatorias que apoyen la autorregulación del cuerpo.

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Hierbas como el jengibre, la cúrcuma y la garra del diablo (devil’s claw) han sido ampliamente estudiadas por sus efectos antiinflamatorios. El jengibre (Zingiber officinale) contiene gingeroles y shogaoles, compuestos que inhiben la producción de prostaglandinas inflamatorias y reducen el estrés oxidativo. La cúrcuma (Curcuma longa), por su parte, contiene curcumina, un potente antioxidante y modulador de diversas vías inflamatorias, incluyendo la inhibición del NF-κB, un factor clave en la activación de genes proinflamatorios. La garra del diablo (Harpagophytum procumbens), originaria del sur de África, ha demostrado ser útil en el tratamiento del dolor articular y muscular gracias a sus harpagósidos, que tienen efectos similares a los antiinflamatorios no esteroides (AINEs), pero con menor riesgo de efectos secundarios.

Incorporar estas plantas en un plan terapéutico personalizado, junto con una alimentación antiinflamatoria, ejercicio regular, sueño reparador y manejo del estrés, puede ayudar significativamente a reducir la carga inflamatoria del cuerpo. Desde mi práctica, puedo ayudarte a identificar qué aspectos de tu dieta o estilo de vida están contribuyendo a esa inflamación persistente. A veces, con solo eliminar ciertos alimentos o hábitos específicos, logramos mejoras notables en muy poco tiempo. La clave está en escuchar al cuerpo, buscar las raíces del problema y apoyar su capacidad natural de sanación.


 
 
 

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